De niños solemos emocionarnos con la historia de Daniel
(Daniel 1-6), un jovencito que en el tiempo más difícil de su vida, exiliado al
país más idólatra del planeta, y en condición de servidumbre, decidió no
contaminarse. Nosotros no nos encontramos en mejores circunstancias, pero ya no
nos damos cuenta.
Nos encontramos en un punto crítico de decadencia moral,
probablemente en la víspera de una de las peores crisis económicas de la
historia provocada por la codicia, en un tiempo en el que ya no se sacrifican
niños al dios Baal (2 Reyes 17), pero si al dios "mis propios
intereses", en una época en la que a lo bueno se le llama malo, y a lo
malo bueno (Is. 5:20).
En un momento como el nuestro vivió Daniel, y el mejor lugar
para refugiarse en su tiempo, fue en una cueva llena de leones y en un horno de
fuego, porque allí estaba el Creador del universo con él. Si deseas estar
protegido, decide en tu corazón no contaminarte (1 Pe. 1:16; Lev. 20:26). Pon
tus pies uno tras otro sobre las huellas del Maestro, eso significa seguirle
(Mateo 28:19-20; Juan 14).
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