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martes, 18 de agosto de 2015

El pecado de la rebelión

En el primer libro de Samuel, encontramos una de las historias más dramáticas en la vida del primer Rey de Israel.

Si lees el capítulo completo de 1 Samuel 15, encontrarás esta historia, cuando Dios unge por medio de Samuel a Saúl como Rey (el primer rey de Israel, de la tribu de Benjamín), y su primera orden fue ir a la guerra contra los amalecitas, (los amalecitas eran descendientes de Esaú el hermano de Jacob) la instrucción de Dios fu clara, no debían conservar de este pueblo nada como botín, todo debía ser destruido, porque este pueblo ya había sido juzgado por Dios, ya que en la historia bíblica descubrimos que los amalecitas,  (Ex. 17:8) fueron los primeros en atacar a los israelitas cuando estaban de camino a la tierra prometida, y siguieron atacando los campos israelitas cada vez que tenían la oportunidad, además que sus prácticas paganas e idolátricas contaminaban al pueblo apartado por Dios.

En la historia, Saúl y su ejército ganan la batalla, pero Saúl cometió un grave error, no escuchó a Dios, escuchó al pueblo y consintió en tomar como botín lo mejor del ganado y perdonar la vida de Agag, rey de los amalecitas.

Dios le da un sueño a Samuel y le dice:
1Sa 15:11  Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche. 

"Me pesa..." esta es una declaración muy triste, en hebreo la palabra es "nakjám" y significa literalmente "suspirar" o respirar hondo", ¿te imaginas a Dios suspirando por tu pecado, por no poner atención y no cumplir sus palabras?

Dios entonces envía a Samuel ahora para declarar el juicio contra Saúl. Saúl intenta excusarse, como suele pasar después de que pecamos (Gn. 3:12), diciendo que es culpa del pueblo que quiso guardar lo mejor para sacrificarlo a Dios. Samuel entonces le aclara a Saúl el corazón de Dios:

El Eterno Creador del universo no está interesado en los holocaustos y en los sacrificios, no instituyó el sistema sacrificial (Lev 1-7), porque tenía sed de sangre, lo hizo por nuestra causa, porque es necesario el derramamiento de sangre para el perdón de los pecados (Heb. 9:22), los holocaustos no son lo que le interesa, porque de hecho cada sacrificio de animales, le recordaba, nada menos que nuestras transgresiones (1 Jn. 3:4), el inocente tomaba nuestro lugar, los rituales y sacrificios, le recordaban nuestro pecado. No se le instruyó a Saúl agradar a Dios con holocaustos, se le instruyó agradarlo con obediencia. 1 Sam. 15:19  ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová? 

1Sa 15:22  Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. 



La primera lección que debemos aprender de la vida y caída de Saúl, es que Dios, no está buscando que cumplamos con una religión, sus rituales y tradiciones, el Eterno está esperando como sacrificio vivo, santo y agradable (Rom. 12:1), nuestra obediencia.

Ahora Samuel pronuncia juicio contra Saúl:

1Sa 15:23  Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. 

Hagamos el ejercicio de analizar las palabras claves de este versículo:

מְרִי merí = Rebelión de H4784; amargura, i.e. (Figurativamente) rebelión; Rebelión = Hacerse amargo, desagradable, contrario a dulce. Opuesto a la autoridad o al control (No seas amargo para Dios) La raíz de meri es mara: מָרָה mará raíz primaria; amargo (o desagradable); cambiar, desleal, enojar, irritar, provocar, rebelarse, rebelde.

פָּצַר patsár = Obstinación H6484 raíz primaria; picotear, i.e. (Figurativamente) perplejo o tedioso:- hacer, importunar, insistir, instar, obstinación, porfiar. Obstinación = Como picotear e insistir en el sentido torcido.  (No seas enemigo de Dios, hostil o su oponente)

Dios le declara a Saúl por medio de Samuel, que la rebelión contra su Palabra, es igual al pecado de idolatría y de adivinación, la idolatría (Ex. 20:4) simplemente le dice a YHWH que él no es tu Rey, y que no tiene ninguna autoridad sobre tu vida, es una abierta declaración de guerra y enemistad con el Eterno, y la razón es porque nuestro Creador es celoso y no está dispuesto a compartirnos con nadie.

 La adivinación (Dt. 18:10-12) es un grave pecado y este en particular hace a Dios arder en ira (2 Cro. 33:6) y la castiga con la muerte (Ex. 22:18), en Apocalipsis 22:15 tenemos en la misma lista de los que no entrarán en el reino de los cielos, a los idólatras y a los hechiceros. Ambas prácticas provienen del adversario. 

Dios desechó a las naciones que practicaban la hechicería, la adivinación y la idolatría y es exactamente lo que hizo con Saúl, lo rechazó. 

Santiago o Yaacov como era su nombre en hebreo en su carta a las 12 tribus en la dispersión, hace esta advertencia, tal vez recordando el triste episodio en la vida de Saúl: 

Stg 4:5-7  ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?  Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 

Yahweh, nos anhela celosamente, y nos da el regalo inmerecido de la vida, la oportunidad de regresar a casa, cuando somos humildes y estamos dispuestos a someternos a Dios, ¿qué otra cosa es el arrepentimiento?, sino el decidir volvernos de nuestro malos caminos, para encontrarnos con Dios y su Palabra, para hacer lo que le place, para seguir sus instrucciones, para dejar de poner pretexto o de echarle la culpa a otros, para dejar nuestra obstinación y nuestra soberbia que nos hace pensar que podemos adorar a Dios como nos place y a nuestra manera. Y cuando lo hacemos en humildad, entramos por la única puerta, Yeshúa/Jesús de Nazaret, quién pago por nuestras transgresiones, para que podamos andar en nueva vida (Rom. 5:16-18), una vida de obediencia.

No puedes decirle a Dios que lo amas de otra manera, amarlo es sinónimo de obediencia, es su lenguaje de amor, y está por todos lados en la Escritura:

Deu. 6:5  Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.

Mat. 22:37  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.

Jn. 14:15  Si me amáis, guardad mis mandamientos.

Jn. 14:21  El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.

1Jn. 5:2-3 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.



Quizás es hora que tomemos en serio las palabras de nuestro Maestro, que la verdadera fe produce un fruto único, y se llama obediencia, porque un día estaremos en su presencia, y no podemos presentarnos delante de su trono llenos de soberbia, como lo hizo Saúl, diciendo: “hice todos estos holocaustos para ti”, o “estuve involucrado en tal o cual ministerio”, o “fui pastor de multitudes” o “hice milagros y señales”, porque al final lo único que importará es si hicimos la voluntad del Padre, si nos sometimos voluntariamente a su voluntad.

Mat 7:21-23  No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre (el que obedece sus instrucciones) que está en los cielos.  Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

Mat 7:23  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Griego, anomía = sin ley, sin instrucción, sin Torah).  (Paréntesis añadido.)

Cada vez que repetimos el Padre Nuestro, orándole al Padre: "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra," ignorantemente procedemos a hacer nuestra propia voluntad, esperando de alguna manera agradar al Padre. ¿Cuál es su voluntad? Así lo dijo el Mesías: “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre, que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho”. Juan 12:49-50

Aun cuando él hubiera preferido que fuera de otra manera, hizo la voluntad del Padre, y fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Hacer la voluntad del Padre es simple, obedece sus instrucciones, y si no sabes cómo, sólo imita a Yeshúa (1 Co. 11.1), un paso detrás de sus huellas, come su polvo y estarás en la dirección correcta. 

¿No sabéis que ... sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia? Rom 6:16

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