En el primer libro de Samuel, encontramos una de
las historias más dramáticas en la vida del primer Rey de Israel.
Si lees el capítulo completo de 1 Samuel 15,
encontrarás esta historia, cuando Dios unge por medio de Samuel a Saúl como Rey (el
primer rey de Israel, de la tribu de Benjamín), y su primera orden fue ir a la
guerra contra los amalecitas, (los amalecitas eran descendientes de Esaú el
hermano de Jacob) la instrucción de Dios fu clara, no debían conservar de este
pueblo nada como botín, todo debía ser destruido, porque este pueblo ya había
sido juzgado por Dios, ya que en la historia bíblica descubrimos que los
amalecitas, (Ex. 17:8)
fueron los primeros en atacar a los israelitas cuando estaban de camino a la
tierra prometida, y siguieron atacando los campos israelitas cada vez que
tenían la oportunidad, además que sus prácticas paganas e idolátricas
contaminaban al pueblo apartado por Dios.
En la historia, Saúl y su ejército ganan la
batalla, pero Saúl cometió un grave error, no escuchó a Dios, escuchó al pueblo
y consintió en tomar como botín lo mejor del ganado y perdonar la vida de Agag,
rey de los amalecitas.
Dios le da un sueño a Samuel y le dice:
1Sa 15:11 Me pesa haber puesto por rey a
Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se
apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche.
"Me pesa..." esta es una declaración muy
triste, en hebreo la palabra es "nakjám" y significa literalmente
"suspirar" o respirar hondo", ¿te imaginas a Dios suspirando por
tu pecado, por no poner atención y no cumplir sus palabras?
Dios entonces envía a Samuel ahora para declarar el
juicio contra Saúl. Saúl intenta excusarse, como suele pasar después de que
pecamos (Gn. 3:12), diciendo que es culpa del pueblo que quiso guardar lo mejor
para sacrificarlo a Dios. Samuel entonces le aclara a Saúl el corazón de Dios:
El Eterno Creador del universo no está interesado
en los holocaustos y en los sacrificios, no instituyó el sistema sacrificial
(Lev 1-7), porque tenía sed de sangre, lo hizo por nuestra causa, porque es
necesario el derramamiento de sangre para el perdón de los pecados (Heb. 9:22),
los holocaustos no son lo que le interesa, porque de hecho cada sacrificio de
animales, le recordaba, nada menos que nuestras transgresiones (1 Jn. 3:4), el
inocente tomaba nuestro lugar, los rituales y sacrificios, le recordaban
nuestro pecado. No se le instruyó a Saúl agradar a Dios con holocaustos, se le
instruyó agradarlo con obediencia. 1 Sam. 15:19 ¿Por qué, pues, no has
oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos
de Jehová?
1Sa 15:22 Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová
tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de
Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar
atención que la grosura de los carneros.
La primera lección que debemos aprender de la vida
y caída de Saúl, es que Dios, no está buscando que cumplamos con una religión,
sus rituales y tradiciones, el Eterno está esperando como sacrificio vivo,
santo y agradable (Rom. 12:1), nuestra obediencia.
Ahora Samuel pronuncia juicio contra Saúl:
1Sa 15:23 Porque como pecado de adivinación
es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú
desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas
rey.
Hagamos el ejercicio de analizar las palabras
claves de este versículo:
מְרִי merí = Rebelión de H4784; amargura, i.e. (Figurativamente) rebelión; Rebelión =
Hacerse amargo, desagradable, contrario a dulce. Opuesto a la autoridad o al
control (No seas amargo para Dios) La raíz de meri es mara: מָרָה mará raíz primaria; amargo (o
desagradable); cambiar, desleal, enojar, irritar, provocar, rebelarse, rebelde.
פָּצַר patsár =
Obstinación H6484 raíz primaria; picotear, i.e. (Figurativamente)
perplejo o tedioso:- hacer, importunar, insistir, instar, obstinación, porfiar.
Obstinación = Como picotear e insistir en el sentido torcido. (No seas
enemigo de Dios, hostil o su oponente)
Dios le declara a Saúl por medio de Samuel, que la
rebelión contra su Palabra, es igual al pecado de idolatría y de adivinación,
la idolatría (Ex. 20:4) simplemente le dice a YHWH que él no es tu Rey, y que
no tiene ninguna autoridad sobre tu vida, es una abierta declaración de guerra
y enemistad con el Eterno, y la razón es porque nuestro Creador es celoso y no
está dispuesto a compartirnos con nadie.
La adivinación (Dt. 18:10-12) es un
grave pecado y este en particular hace a Dios arder en ira (2 Cro. 33:6) y la
castiga con la muerte (Ex. 22:18), en Apocalipsis 22:15 tenemos en la misma
lista de los que no entrarán en el reino de los cielos, a los idólatras y a los
hechiceros. Ambas prácticas provienen del adversario.
Dios desechó a las naciones que practicaban la
hechicería, la adivinación y la idolatría y es exactamente lo que hizo con Saúl,
lo rechazó.
Santiago o Yaacov como era su nombre en hebreo en
su carta a las 12 tribus en la dispersión, hace esta advertencia, tal vez
recordando el triste episodio en la vida de Saúl:
Stg 4:5-7 ¿O pensáis que la Escritura dice en
vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a
los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios;
resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Yahweh, nos anhela celosamente, y nos da el regalo
inmerecido de la vida, la oportunidad de regresar a casa, cuando somos humildes
y estamos dispuestos a someternos a Dios, ¿qué otra cosa es el
arrepentimiento?, sino el decidir volvernos de nuestro malos caminos, para
encontrarnos con Dios y su Palabra, para hacer lo que le place, para seguir sus
instrucciones, para dejar de poner pretexto o de echarle la culpa a otros, para
dejar nuestra obstinación y nuestra soberbia que nos hace pensar que podemos
adorar a Dios como nos place y a nuestra manera. Y cuando lo hacemos en humildad,
entramos por la única puerta, Yeshúa/Jesús de Nazaret, quién pago por nuestras
transgresiones, para que podamos andar en nueva vida (Rom. 5:16-18), una vida
de obediencia.
No puedes decirle a Dios que lo amas de otra
manera, amarlo es sinónimo de obediencia, es su lenguaje de amor, y está por
todos lados en la Escritura:
Deu. 6:5 Y
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas.
Mat. 22:37
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente.
Jn. 14:15 Si
me amáis, guardad mis mandamientos.
Jn. 14:21 El
que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me
ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
1Jn. 5:2-3 En esto conocemos que amamos a los hijos
de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el
amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son
gravosos.
Quizás es hora que tomemos en serio las palabras de
nuestro Maestro, que la verdadera fe produce un fruto único, y se llama obediencia,
porque un día estaremos en su presencia, y no podemos presentarnos delante de
su trono llenos de soberbia, como lo hizo Saúl, diciendo: “hice todos estos
holocaustos para ti”, o “estuve involucrado en tal o cual ministerio”, o “fui pastor
de multitudes” o “hice milagros y señales”, porque al final lo único que
importará es si hicimos la voluntad del Padre, si nos sometimos voluntariamente a su voluntad.
Mat 7:21-23
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre (el que obedece
sus instrucciones) que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros?
Mat 7:23 Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Griego, anomía = sin ley, sin instrucción, sin Torah). (Paréntesis añadido.)
Cada vez que repetimos el Padre Nuestro, orándole
al Padre: "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra," ignorantemente procedemos a hacer nuestra propia voluntad,
esperando de alguna manera agradar al Padre. ¿Cuál es su voluntad? Así lo dijo
el Mesías: “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre, que me envió, él
me dio mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar. Y sé que su
mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el
Padre me lo ha dicho”. Juan 12:49-50
Aun cuando él hubiera preferido que fuera de otra
manera, hizo la voluntad del Padre, y fue obediente hasta la muerte y muerte de
cruz. Hacer la voluntad del Padre es simple, obedece sus instrucciones,
y si no sabes cómo, sólo imita a Yeshúa (1 Co. 11.1), un paso detrás de sus
huellas, come su polvo y estarás en la dirección correcta.
¿No sabéis que ... sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia? Rom
6:16